martes, 30 de octubre de 2007

Creación, innovación…y los males pendientes

Editorial publicado el 24 de Septiembre de 2007

Ambos términos son usados comúnmente como sinónimos, aunque su diferencia, al menos en cuanto al desarrollo sectorial, hace que deban ser analizados muy separadamente.

Veamos, la creación es el acto de generar algo casi desde la nada, es la ciencia pura, desde donde se pueden construir las bases para que luego se produzcan los procesos innovadores que se catalicen en negocios. Por lo tanto, la creación puede ser desarrollada desde ámbitos públicos o privados, desde las empresas o los centros de investigación o de la imaginación de cualquier persona. En cambio, la innovación es la capacidad de las empresas de transformar cosas existentes en modelos de negocios aplicables a una realidad concreta. Como tal, el rol innovador en un país, es esencialmente provisto por las empresas y el resto de los actores de la vida económica. Veamos un ejemplo, podría desarrollarse la genética como para que existan “rosas negras” –de hecho existen en nuestro país-, y esto sería crear una nueva especie. Sin embargo, esto no constituiría una innovación hasta que alguien lo transforme, a través de un proceso productivo o comercial, un producto apetecible por los mercados. Podríamos tener una hermosa rosa de tallo corto, muy bonita para exponerla en exposiciones, y escribir reportes sobre esto, pero no apta para la demanda que las requiere de tallo largo y a precios razonables.

Incluso, la innovación no depende necesariamente de la existencia de una creación previa. Podemos ver algunas grandes empresas que han sido exitosas usando productos o servicios previamente conocidos, pero que han sabido encontrar un proceso innovador de comercialización -u otros atributos novedosos- que le han permitido tener un factor diferencial.

En términos de acciones públicas, la creación debería ser fuertemente apoyada por los gobiernos, quienes pueden tener a disposición instrumentos que le permitan invertir lo que las empresas pymes no pueden hacer, tanto en organismos públicos como privados, en universidades como en centros de desarrollo. Pero la innovación debería ser impulsada básicamente apoyando la creación y fortalecimiento de las empresas.

Y es por ello que vemos con preocupación que en nuestro país, aún no se ha tomado clara conciencia de ello. Los esfuerzos en términos de creación (llámese fomento a la Investigación y Desarrollo), no están direccionados para deriven en innovaciones, con lo cual tenemos muchos “papers” galardonados, y pocas patentes o productos derivados de ellos. En suma apoyamos la creación, pero sin la posterior generación de riqueza a partir de ellos.

Es allí donde aparece que la aún pendiente concreción de la Fundación Sadosky, debería cumplir un papel trascendente: ser el órgano desde donde se convierta la creación en el impulso a la innovación tecnológica. Y la mora en la ejecución de la misma, no hace sino mostrar lo mucho que nos falta aún en comprender que invertir en ciencia y tecnología, no significa solamente tener mas científicos, sino también tener los empresarios aptos, y las empresas listas, para convertir los conocimientos en productos. Y competir en el mundo con sus empresas, que son la forma genuina en que hoy se ganan posiciones en los mercados.

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